Los amigos del Museo no somos superhéroes, sino personas normales, y ese es nuestro mérito. Con vértigo, con agotamiento… Y así y todo, capaces de sacarle aprovechamiento a una grúa elevadora que se paga por horas. Pintar un avión con precisión de centímetros, colgados de una cuerda, no es una hazaña sobrehumana, pero sí resulta algo tedioso.
La Aerolínea Kar Air
La aerolínea Kar-Air era anteriormente conocida como Karhümaki Airways, en honor al apellido de la familia Karhümaki, que fue su creadora.
Karhu, en finés, significa oso. Y al dedicarse la familia a la aeronáutica, lanzaron el lema que, traducido del finés, viene a decir algo así como: el oso ya no andará más pegado al suelo, sino que alzará sus alas al vuelo.
Los Voluntarios
Se dice que los osos son grandes trepadores, capaces de subir muy alto en los árboles para alcanzar una colmena. Los amigos del Museo no somos osos pero, con empeño, somos capaces de subirnos a lo que sea para terminar una tarea a medias.
Para esta ocasión, a 10 metros de altura, hacía falta algo más que lo que sea, hacía falta un buen elevador y todas las protecciones necesarias.
Se sumaron 68 horas de pintura en 3 días, empleadas por voluntarios que necesitaban, tras varios intentos, ver ese avión de nuevo renacido
Queríamos mostrar a los visitantes del Museo en un avión siempre joven, para sorprender de nuevo a ese turismo que queremos recuperar en 2021, 62 años después del primer aterrizaje del avión que comenzó el turismo de masas.
A 10 metros de altura, en la máquina elevadora, todo deja de ser una broma: la avispa que pretende picarte a través de tus guantes, el arnés que no te deja moverte todo lo que quisieras para llegar a esa zona recóndita que debes pintar, la gota de pintura que se cae por la rendija del suelo y mancha de nuevo el avión recién pintado, la enorme grúa que declara avería en lo más alto porque una minúscula antena del avión bajo nuestros pies se queda atascada en el suelo de rejilla de la canasta y que la máquina elevadora lo interpreta como peso imposible de levantar… Todo esto forma partes de las hoy ya anécdotas que sucedieron en esos tres días entre el 24 y 26 de febrero de 2021.
Y también nos queda la maravilla de movernos por los aires.
De la primera restauración en 2009 a la nueva restauración en 2019
Fue hace ya diez años cuando pintamos por primera vez ese avión. Diez años más jóvenes los veteranos y en período escolar los nuevos voluntarios que ahora han arrimado el hombro.
Diez años y un cambio de tercio radical en la historia: en 2009, en la Asociación de Amigos del Museo, no sabíamos cómo pintar ni un coche. Sólo fue posible a través de la recolecta de la apasionada colonia finlandesa en la Costa del Sol y la generosidad de los aficionados a la aviación de Finlandia que, desde 3.000 kilómetros de distancia, nos consiguió la donación económica de más de 15.000 Euros que nos permitió encargar a una empresa los trabajos: la peña Kar Air, la Asociación de Museos de Aviación de Finlandia, la familia Karhumäki y varias promociones de las Fuerzas Aéreas Finlandesas fueron nuestros mecenas.
Diez años después, en la Asociación de Amigos del Museo, nos dijimos que ya no hacía falta la empresa. Tras el cambio de objetivos de Fundación Enaire, en 2019 fue el Aeropuerto de Málaga quien compró los materiales.
En 2009 se utilizó pintura epoxi acrílica y en 2019 nuestros voluntarios expertos han optado por poliuretano, aseguran que aguanta mejor el sol y el salitre. Entonces fueron pintores profesionales, y ahora Amigos del Museo con ganas de ver de nuevo esta joya del Museo con los colores de la aerolínea que comenzó a hacernos internacionales.
Pero no éramos superhéroes y no llegamos a tiempo a terminal el avión para el plazo del 20 de octubre de 2019. Daba igual, la fiesta del aniversario del aterrizaje del primer avión chárter se llenó de agradecimientos por nuestro atrevimiento. De Finlandia de nuevo vinieron entusiasmados la familia Karhümaki, la representación de la peña Kar Air, y la representación de los Museos de Aviación de Finlandia. Celebraron como un triunfo lo que sólo lo había sido a medias.
Y entonces, hubo una vuelta de tuerca en otra asociación esencial. Los Aurinkolaivue, la Escuadrilla del Sol formada por pilotos finlandeses residentes en la Costa del Sol. Y que además, algunos de sus miembros, como Matti Lampela, formaron parte de esa tripulación que había aterrizado con ese avión en 1959. Los que desde 2006 venían apoyando que ese Convair 440 Metropolitan recién ingresado en el Museo tuviera los colores de la primera aerolínea que estrenó la pista de asfalto, cincienta años después de ese 20 de octubre de 1959. Pistoletazo de salida del turismo chárter en la Costa del Sol. Primeras horas del Aeropuerto Internacional de Málaga. Y germen de la infraestructura que nos haría destino deseado por las familias de medio mundo.
Los Aurinkolaivue habían sido mecenas, contagiadores de ilusión, donantes de piezas esenciales de la exposición, organizadores de todos los eventos, voceros de la relevancia de un avión así entre nosotros en medios de comunicación, guías del museo para otros grupos finlandeses, conferenciantes… se habían tomado nuestra labor de restauradores en serio. Pero en 2019 dieron un paso más, porque los pilotos finlandeses proclaman: nosotros también queremos subirnos al andamio y pintar el avión con vosotros. Y con su perseverancia sistemática, esos pilotos retirados se pusieron su mono de faena y cada semana le fueron ganando áreas de recién pintado al avión.
Sólo les paró el confinamiento perimetral del COVID y, aún así, en los paréntesis acudían de nuevo a terminar la gran faena. Con el elevador del Museo, la pintura de Aena y sus habilidades, le fueron dando mejoras durante el invierno. Pero con nuestros medios, no podíamos hacer mucho más. Para pintar de nuevo la cola, hacía falta un elevador profesional.
Los mecenas y la llegada del elevador
Hay que alquilarlo, pero cuesta unos 400 Euros, pero con la pandemia llegó también la escasez de ingresos a la asociación y no podíamos afrontar esa cantidad. Para nuestra suerte, de nuevo hay mecenas desde Finlandia dispuestos a sufragar los costes: la familia Karhümaki, a través de la peña de Kar Air Kilta, hicieron la aportación y en diciembre de 2020 llega el dinero.
En 2021 vuelven los restauradores finlandeses, dispuestos a darle un último empujón. Pero tras las navidades, nuevo confinamiento. Aunque no perdemos el tiempo: hacemos los letreros de vinilo de la cola, buscamos un precio que nos permita tener la máquina algo más de tiempo sin sobrepasar el presupuesto, preparamos todos los materiales.
Todo coincide: traen la máquina justo cuando abre el acceso de los residentes en la Costa del Sol.Aprovechamos esa nueva carambola del destino.
Hacemos dos cuadrillas con la idea de suceder los turnos: finlandeses por la mañana, españoles por la tarde. Y así sucede, sin un minuto que perder, desde el amanecer hasta el ocaso. Franja roja, franja blanca, raya negra, raya blanca, franja roja, raya blanca, raya negra, franja blanca, raya negra y raya blanca, al fin. La cola del avión necesita continuos cambios de pintura para reproducir el diseño original del admirado Erik Bruum. Sin mezclar colores, sin poder derramar una gota.
68 horas, por 8 voluntarios, en 3 días. Lijado, limpieza, pintura… todo a mano. El avión vuelve a tener los colores con los que salió de fábrica en 1958, cuando estrenó la pista de asfalto del Aeropuerto de Málaga.
Le quedan muchos cuidados, nunca se le puede dar la espalda a un avión a la intemperie. Pero ya sin las prisas de una máquina elevadora que cobre por cada día de alquiler.
En 2009 contratamos una empresa, en 2019 fuimos los voluntarios en coalición hispano-finlandesa. En 2029 quizá la tecnología haya avanzado lo suficiente como para que un dron con una pistola de pintura, enviada por ordenador, pueda ir repasando las zonas deterioradas. Bendita tecnología que nos quite el vértigo y los dolores de cervicales que mostramos orgullosos en los días tras la batalla.
Pero, por ahora, la experiencia nos permite conocer a personas normales realizando tareas de superhéroe, que se ganan nuestra admiración dentro del compañerismo tan necesario en cada una de esas tareas que nos tiene las fuerzas al límite.
Una vez más, este Museo saca lo mejor de nosotros, ante la proeza que nos ha tocado cumplir. Gracias